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Consejos reales para reducir el riesgo al alcohol y las drogas

Cuando llega el verano, proliferan las leyendas urbanas sobre trucos infalibles para “limpiarse antes de un control”. En Euskadi, el aumento de sanciones y controles no ha frenado estas falsas esperanzas; por eso conviene desmontarlas con rigor.

Primero, el popular consejo del café cargado con ducha fría. Nadie debería hacerse ilusión: el hígado metaboliza el alcohol a una velocidad constante –aproximadamente 0,1 g/L por hora– y ni la cafeína ni el choque térmico alteran esa mecánica fisiológica . En la práctica, el test sigue reflejando la realidad química, no tu nivel de alerta.

En segundo lugar, los trucos dentales con gomas mentoladas o enjuagues bucales. Aunque estos remedios caseros alteren el sabor, no eliminan los metabolitos que detectan los test de saliva o sangre. Además, su uso puede levantar sospechas y hacer que el dispositivo detecte interferencias artificiales.

La medicación autorizada

Luego está la excusa médica: “llevo medicación autorizada”. Si bien una receta puede legitimar el uso, no garantiza inmunidad ante un test. Medicamentos como ansiolíticos o tratamientos para el TDAH suelen incluir advertencias sobre conducción, y el resultado positivo sigue siendo detectado por los agentes.

Otros reclamos incluyen que el vinagre o el limón desorientan al alcoholímetro. También falso. El etilómetro mide vapores con precisión calibrada; cualquier sustancia extraña queda fuera de rango o se detecta como intento de manipulación, lo que puede agravar la sanción.

Y finalmente, hay quien se toma la paciencia de espera 1 o 2 horas, pero solo funcionaría si la espera es muy larga y se sitúa en torno a las 5-6 horas, como tiempo medio estándar, que sería el tiempo en que el organismo elimina las drogas en los niveles medidos por el test.

La conclusión es implacable: no existen atajos. Ni trucos, ni remedios caseros te librarán del test si hay presencia de sustancia en sangre o saliva. El único escape fiable es el tiempo de metabolismo real. Todo lo demás es ilusión peligrosa.

Conducir después de beber o bajo los efectos de drogas sigue siendo un riesgo que no se mitiga con trucos, sino solo evitando el consumo o esperando hasta que el cuerpo procese la sustancia. Y lo peor no es la multa: es poner en juego vidas ajenas y propias.