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El dolor debe tratarse desde su inicio, prolongarlo empeora el tratamiento y reduce la calidad de vida

Los analgésicos han sido uno de los mayores avances de la medicina moderna con un objetivo claro: aliviar el dolor y mejorar la calidad de vida de las personas. Sin embargo, su uso sigue rodeado de falsas creencias que, lejos de ayudar, pueden llevar tanto a la automedicación irresponsable como al sufrimiento innecesario.

Evitar el sufrimiento

Desde la aspirina hasta los opioides, pasando por el ibuprofeno o el paracetamol, los analgésicos permiten tratar desde dolores leves y transitorios hasta cuadros de dolor crónico o postoperatorio. La OMS incluye varios de ellos en su Lista de Medicamentos Esenciales, y su correcta utilización está respaldada por décadas de investigación y práctica clínica.

«El dolor no tratado tiene consecuencias físicas, emocionales y sociales. No es una virtud aguantarlo innecesariamente», señala la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP).

¿Menos dosis es mejor? No

Una de las creencias más extendidas es que reducir la dosis recomendada (por ejemplo, tomar solo media pastilla o esperar más horas entre tomas) es una opción más “natural” o menos perjudicial. Sin embargo, esto puede ser contraproducente.

La eficacia de un medicamento depende de alcanzar una concentración mínima en sangre, y no hacerlo implica que no cumpla su función. «Los tratamientos subdosificados no solo no alivian el dolor, sino que pueden cronificarlo o aumentar la tolerancia psicológica al mismo», explican desde la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).

Además, muchos medicamentos tienen un rango terapéutico seguro que permite seguir las indicaciones sin riesgo cuando se respetan las pautas.

Mito: “Si tomo mucho, dejará de hacer efecto”

Otro error frecuente es pensar que tomar analgésicos de forma regular hará que el cuerpo “se acostumbre” y que el medicamento pierda eficacia. Esto no ocurre con los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) ni con el paracetamol.

“La tolerancia farmacológica está más relacionada con los opioides y ciertos fármacos neuromoduladores, no con el uso responsable de analgésicos convencionales”, aclara un informe del Instituto Nacional de la Salud de EE. UU. (NIH). “El concepto de «acostumbrarse» a un medicamento, prosigue el informe,  no se aplica a la mayoría de los analgésicos usados en el día a día. Lo que sí es necesario es una evaluación médica si el dolor persiste, ya que puede ser síntoma de otra afección”.

Ibuprofeno y los bulos sobre los riñones

Entre los medicamentos más utilizados en España está el ibuprofeno. A pesar de su eficacia y seguridad, su uso ha sido objeto de alarmas injustificadas.

Es cierto que el ibuprofeno, como todos los AINEs, puede afectar la función renal si se usa en altas dosis durante periodos prolongados o en pacientes con problemas renales previos. Pero en personas sanas, el uso ocasional o puntual no supone un riesgo relevante, según concluyen estudios del British Medical Journal (BMJ) y de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).

Los efectos adversos asociados al ibuprofeno suelen surgir cuando:

    • Se toman dosis superiores a las recomendadas (por ejemplo, más de 1.200 mg al día de forma habitual).
    • Se combina con otros fármacos nefrotóxicos sin supervisión médica.
    • Se usa en personas con insuficiencia renal sin control clínico.
El equilibrio: ni estoicismo ni abuso

La solución no está en el sufrimiento ni en la automedicación indiscriminada. La clave está en usar los analgésicos cuando son necesarios, en la dosis adecuada y bajo criterio sanitario. No se trata de “doparse”, sino de no sufrir innecesariamente.

De hecho, el Plan Nacional de Abordaje del Dolor Crónico del Ministerio de Sanidad insiste en que el dolor debe tratarse de forma temprana, ya que prolongarlo empeora la respuesta al tratamiento, incrementa los costes sanitarios y reduce la calidad de vida.

Los analgésicos existen para mejorar la vida, no para dañarla. Si bien deben usarse con responsabilidad, es importante desterrar los mitos que llevan a su infrautilización o demonización. cuando la medicina pone a nuestra disposición herramientas seguras y eficaces.

Como en tantas cosas, el equilibrio y la información veraz son la mejor receta.